Uno de los acontecimientos más relevantes del último período es la intensificación del desapalancamiento exterior de la economía española. La deuda externa se considera un legatario persistente del intercambio crediticio porque está en solitario en España desde 2008. En ese momento, el pasivo exterior total está diciendo que el dinero que debemos a los inversores extranjeros alcanzaba el 100% del PIB. (bajo los términos de la posición de inversión internacional neta) y las cargas financieras desaparecen, engullendo, por ejemplo, la totalidad de los ingresos derivados del turismo internacional: los ingresos netos generados por el turismo apenas sirvieron para sustentar los intereses de la deuda. Desde 2015, gracias a las supervitas generadas por las exportaciones, la deuda externa ha tomado una tendencia a la baja, pero el proceso ha sido lento. En 2020, como consecuencia de las necesidades de financiación derivadas de la pandemia, el volumen de pasivos externos alcanzó el 85% del PIB, un nivel significativamente inferior a los registros de la crisis financiera, pero que ahora ha aumentado significativamente.
Desde entonces, sin embargo, el volumen de pasivos contra los inversores internacionales ha aumentado su descenso hasta representar el 53% del PIB. El resultado es que también se han incrementado los ingresos por intereses: estos precios equivalen al 15% de los ingresos por turismo, pero van en busca del precio del dinero controlado por el BCE. Venimos por tantos lejos, y así lo reconnocemos la Comisión Europea en su Revisión en profundidad como resultado de los desequilibrios en los estados miembros.
Además, se ha mejorado la estructura de la deuda, mitigando el riesgo financiero. Parte del creciente pasivo se compone de títulos de deuda con ventas en gran medida, y de todo lo relacionado con inversiones extranjeras directas en empresas españolas, una variable por definición relativamente estable. El indicador exterior de referencia de la Comisión, que excluye la inversión extranjera directa en España así como otros pasivos sin riesgo fiscal, cayó hasta el 25% del PIB, como en 2020 y 54 puntos porcentuales menos que a raíz de la crisis financiera. Este colosal espacio de desarrollo, junto con la entrada de capital estable para dotar al sector productivo español, traduce una imagen de mayor confianza.
Sin embargo, los niveles de inversión superan hoy los paraguas por considerarse prudentes (el índice de referencia de Bruselas es del 17% en el concepto de posición de inversión internacional neta). Por eso es un frente de vulnerabilidad que no va a desaparecer. Para mitigar es necesario comenzar por mantener al máximo la competitividad, factor que genera superávits en el comercio internacional, es necesario decidir sobre los recursos que permitan avanzar en la reducción de los pasivos del sector privado. Otra condición es la tensión de los desequilibrios supuestos, que tienen como valor el peso de los no residentes en las compras de nuevas emisiones de fondos del Tesoro. Si tienes un buen templo para no perder el crecimiento, esta es una variable crucial para tener la capacidad económica para asumir las cargas financieras. Para ello, la salida del espacio de inversión interno es condición sine qua non.
Inmediatamente, se garantiza la dinámica de inercia de la economía y la supervivencia externa, al favorecer una caída adicional de la deuda externa como proporción del PIB. Pero también necesitamos un nuevo impulso para crear un entorno favorable para revertir y abordar el déficit público estructural, porque es el principal factor de la persistencia de la deuda externa. A pesar de los avances recientes, el legado de la crisis pesa sobre los datos externos, lo que demuestra la longevidad de los ciclos financieros. La profundidad de estos avances es la clave para reducir nuestra exposición al futuro de los mercados financieros y garantizar así margen de acción en política económica.
superavit comercial
En 2023, la balanza comercial con el exterior (balanza por cuenta corriente) alcanzó una superevidad de 38.000 millones de euros, un máximo histórico. Este resultado se produce al tiempo de la reducción del déficit de la balanza comercial de bienes (en parte por la bajada de las importaciones) y del aumento del superávit de la balanza de servicios, tanto para turistas como para turistas. La balanza de servicios no turísticos, si alguna vez hace un año, supera el 2% del PIB. El creciente superávit con la UE es otra tendencia relevante.
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