El arbitraje como escondito
La cuestión del arbitraje termina con el debate. La pelota voló con dinero por el trabajo y gracias a la reina del contenido: la polémica. El VAR, que apuesta por hacer justicia, no ha hecho más que reforzar la sospecha de conspiración de quienes han hecho un uso demagógico del victimismo. Este intento se escapa poco a poco. Así, una intervención arbitral vía VAR que modifique un resultado, aunque esté certificado o no, será la verificación que encontrará al perdedor para decidir que La Liga está adulterada. Es el riesgo de decidir por milímetros y tener que convertir una simple regulación en un caos que nadie escucha ni interpreta. Hay dos tipos de consecuencias: por un lado, la incomprensión de los aficionados que vinieron unos y otros juzgaron lo mismo arbitrado de otra forma. Además, la pérdida de credibilidad del campista fue causada por personas irresponsables incapaces de asumir sus responsabilidades.
Equipo unipersonal
Jugar como el culo et charla la culpa al árbitro se ha convertido en la tónica general. El resultado es una marca de oración. Es como la muerte si te vas; acogedor como rotura de cristales si son tres; incierto como duda si estas empatado. Tajante siempre, como todo no tiene cura. Y, por supuesto, el triunfante resulta ser un héroe como el perdedor, culpable del teatro periódico que conocemos en el fútbol. El Daré Pruebas Frescas. Madrid viajó a Alemania gracias a una obra de arte de Brahim y gracias a la acción magistral de Lunin. ¿Y los demás? La Real Sociedad perdió al culpable en Traoré, que desertó durante un minuto, y el PSG murió de la mano del hombre y la gracia de Mbappé, beneficiario del desconcierto resultante. No importa que el partido dure unos minutos del novent, pero también asume la responsabilidad de ambos equipos. Hay que individualizar.
El factor Traoré
Traoré necesitaba una explicación para quienes se dirigen a la fiesta. Sufrió una lesión que requirió atención médica y abandonó el campo cuando el PSG se arrinconó. Mientras en el fútbol cargó contra el diablo, un balón le perdió el balón a Mbappé, el que marcaba a Traoré, y terminó en el golpe que provocó la apocalipsis (siempre palabras grandes). Al finalizar la reunión y saliendo de su perfil, Imanol contó al público lo que tenía que decir en privado: “Para abandonar el campo hay que acabar en un hospital”, añadiendo que, después, “Traoré es partido de del partido», de hecho, usted también es responsable del segundo movimiento. Una denuncia total de la falta de profesionalidad de su jugador. Mordido por su guardián, Traoré quedó marcado y quién sabe por quánto tiempo.
tiempo de cabeza
La intensa necesidad de ganar y la desagradable incapacidad de perder es el panorama futbolístico de héroes y culpables. Los jugadores y entrenadores de fútbol son personas ricas en energía y medio ambiente. Debes tener incertidumbre y afrontar tus responsabilidades ante la opinión pública. Es como tener una reunión de directores con derechos de insulto cada tres días. No me sorprende que, cada vez más, queramos que los jugadores que pasan por terapia interactúen con la profesión de una manera más adulta y relajada. No podemos vivir entre emociones sin dejar que la razón ponga algo de orden en los sentimientos. Lo que es raro es que hayamos esperado 150 años para escuchar que el fútbol se practicaba en la cabeza antes que jugar a las tartas. Si no hay problema, no hay claridad. Por eso, si Traoré no acaba en el hospital, tenderá a dejar esta visita al psicólogo.
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